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Desde aquel momento en el que los humanos dejamos de comernos a los animales y además de ello los domesticamos, de modo que nos ayudaran a desempeñar ciertas tareas. Desde aquel momento en el que se pudo producir más de lo necesario para el sustento propio, dando pie así a los primeros atisbos de lo que más adelante sería comercio.

Desde aquel instante en el que la jornada de trabajo dejaba de estar marcada por los ciclos del sol, el ocio, comenzó a ser ocio.

Pero a su vez, desde aquel momento en el que los humanos disfrutamos de cierto bienestar, por la obtención de más víveres que los necesarios para el consumo y sustento personal.

Desde aquel momento, los enemigos dejaban de suponer una carga para la propia comunidad, prisioneros de guerra dejaban de exterminarse para convertirse en esclavos serviciales, trabajadores, mano de obra a la que solo había que posibilitarle alimento.

Desde aquel momento en el que los intereses dejaron de ser comunes y las desigualdades se abrieron paso, desigualdad de intereses, desigualdad de propiedad, desigualdad de poder, desigualdad económica, desigualdad educativa… Desde aquel instante en el que el trabajo empezó a no ser igual para todos, el ocio, contrapuesto al trabajo, el ocio, tiempo libre como consecuencia de la liberación del trabajo, dejó de ser igual para todos.

Estos hechos no se remontan a revoluciones industriales, ni siquiera a Imperios Romanos, ni tampoco a Helénicos, estamos frente a las primeras comunidades primitivas y marcan el comienzo de una profunda desigualdad en el ocio, que irá creciendo y/o transformándose a través de las futuras civilizaciones y épocas hasta llegar a la nuestra.

Tengamos en cuenta que ese primer germen de ocio tenía dos objetivos esenciales: por supuesto, el descanso y también la formación personal y humana más que la diversión, a consecuencia de este ocio se mejoraban las técnicas e instrumentos necesarios para el trabajo y era posible la contemplación del mundo, se estaban poniendo los cimientos para lo que más tarde sería ciencia, cultura, ideología. Por lo tanto, las herramientas con las que la íbamos a contar para poner en marcha nuestro desarrollo partían con fortísimos desequilibrios desde el rudimento.

¿El ocio es igual para todos? Ahora en pleno siglo XXI y por desgracia, seguimos teniendo grandes barreras y desigualdades. Los seres humanos necesitamos ocio y por difícil que sea, y por muchos años que haya estado marcado por los desequilibrios, sobre todo de clases, debemos lograr que el acceso al ocio sea posible para todos de igual manera.